Mateo Olivas - carrera en producir energía a 300 pies de altura
Mateo Olivas, estudiante de la Escuela de Tecnología de Energía Eólica de la Mesalands Community College, tiene un salón de clase que queda a 300 pies de altura. Frecuentemente, debe subir a las turbinas que producen energía eólica para repararlas y hacerlas funcionar. Un trabajo que, según explica, le resulta apasionante, pues una vez se supera el temblor que le entra al cuerpo a esa altura uno puede maravillarse con todo lo que ve: no solo el paisaje, sino las otras muchas turbinas que funcionan a la par.
Olivas es parte de ese 20% de latinos que representan la fuerza laboral de la energía eólica, lo que nos convierte en el segmento minoritario más grande en el campo, según el reporte de Energía y Empleo de Estados Unidos, publicado en el 2018. De hecho, la energía eólica, una de las soluciones más atractivas para combatir el cambio climático, también representa el segundo mercado laboral de más rápido crecimiento en el país. Convertirse en un trabajador de este sector, además, no resulta tan difícil. Un título de dos años en una universidad comunitaria local, como la de Olivas, es suficiente.
“Yo vengo de una familia que no tiene mucho dinero. De hecho, la mayoría trabajan en construcción y yo pensé que haría lo mismo, pero me encontré con una escuela que me hizo saber que tenía un precio accesible, que era, precisamente, una de las cosas que me tenía alejado de estudiar”, comenta el estudiante de Nuevo México. Es más, actualmente hay 194 programas de educación sobre energía eólica ofrecidos en los Estados Unidos y son más de 21 estados los que ofrecen una matricula gratuita a estudiantes calificados, según datos de Windexchange.
Pero ser parte de ese mundo laboral no sólo significa tener un empleo, sino trabajar en un campo que está ayudando a solucionar una de las crisis más grandes que enfrenta la humanidad: la crisis climática. En palabras de Project Drawdown, la energía eólica en tierra es considerada la segunda solución climática más importante, ya que reduce la contaminación del aire y preserva el suministro de agua dulce para el consumo y la agricultura.
“Las turbinas son un tipo de energía muy limpia y tiene un buen retorno de inversión. En Nuevo México, por ejemplo, hay un plan para que el estado produzca toda su energía de forma renovable para 2040 y, por esto, está invirtiendo mucho en energía eólica”, agrega el estudiante de 19 años. “Además, todo el esfuerzo que se invierte en la fuerza laboral, el acero e instalar las turbina, se recupera entre un mes y un año. Después de eso es solo ganancia”.
Actualmente, Nuevo México ya se posiciona como el tercer estado que más produce energía eólica, una meta a la que se han sumado colegios y universidades. De hecho, la universidad comunitaria en la que estudia Olivas, la Mesalands Community Collage, invirtió más de $4 millones de dólares en su propia turbina eólica para poder dar capacitación a sus estudiantes en un sector que tiene mucho futuro.
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Nota
Esta historia fue desarrollada en colaboración con Project Drawdown y está basada en la solución Onshore Wind Turbines o aerogeneradores en tierra.
Nuestras Historias
En esta serie nos conectamos con organizaciones y líderes ambientales que están trabajando activamente en los desafíos ambientales relacionados con la conservación y el cambio climático. También destacamos temas relacionados con la participación política a nivel local y nacional, y recursos para posibles oportunidades profesionales en áreas de conservación, ciencias ambientales (geociencias) y la "economía limpia".