Opinión: El nuevo presidente de Colombia y cómo lograr soluciones climáticas justas
El domingo 19 de junio en Colombia fue elegido presidente del país Gustavo Petro: un político de izquierda que, de hecho, durante su juventud, perteneció a la ya extinta guerrilla de corte urbano M19. El ahora presidente, además de tener banderas de reconciliación y redistribución, como candidato tenía un discurso que se podría considerar ambiental o climático. Aún siendo candidato y en entrevista con el periódico de más circulación del país, Petro afirmó que, si llegaba a la presidencia, la primera decisión que tomaría sería el cese de la contratación de exploración de petróleo en Colombia.
El discurso a favor del medio ambiente también se podía identificar en su plan de gobierno. Uno de los capítulos del documento se titulaba “Colombia, economía para la vida”, en la que se hablaba sobre la lucha contra el cambio climático, ordenar el territorio alrededor del agua, generar energía a partir del sol, el viento y el agua, y lograr una sociedad de la basura cero. Además, había todo un capítulo, quizá el más largo, llamado “de una economía extractivista hacia una economía productiva”. Las señales eran buenas. O, por lo menos, iban en camino a lo que la ciencia nos ha dicho que toca hacer.
Aunque una vez obtuvo la presidencia su discurso se ha ido moderando -“del dicho al hecho hay mucho trecho”, decimos en Colombia -, Petro volvió a elevar las demandas ambientales y contra la fallida guerra contra las drogas durante la Asamblea General de las Naciones Unidas que recién se celebró en septiembre en Nueva York, Estados Unidos. En esta intervención hubo frases que recordaban que los países con mayores ingresos – casi todos ubicados en el norte global – eran los responsables de las mayores emisiones de gases efecto invernadero y, por ende, del cambio climático. Mientras los países con ingresos bajos o medios, como Colombia, estaban viviendo muchas de las consecuencias.
De nuevo, el discurso de Petro no es errado. Sin embargo, su gran reto como presidente será entender que el suyo será un gobierno de transición. Con esto me refiero a que la lucha contra el cambio climático no solo debe estar marcada por las alertas que nos ha dado la ciencia, sino que debe ser una lucha justa. Cualquier aparente solución climática que potencie las brechas, que olvide a los más vulnerables, sin enfoque de género o que olvide a las comunidades indígenas y afro, será una solución fallida.
Quisiéramos, claro, poder apagar el carbón y el petróleo. ¡Dejar de emitir ya! Seamos un país del norte o seamos Colombia, que solo representa el 0.6% de las emisiones a nivel mundial. Pero esta decisión debe ser una planeada, que tenga en cuenta qué pasará con los empleos de las personas que trabajan en este sector o con las comunidades cuyos ingresos dependen casi exclusivamente de esto. Frente a hacerlo ya, sin planificación, o hacerlo progresivamente hasta concluirlo en un par de ellos, es mejor la segunda opción. Porque el cambio climático también es una crisis de derechos humanos. Y si no se piensa en las dos cosas a la par, perderemos la oportunidad de mitigar esta crisis de una manera justa.
Petro tiene el discurso. Ahora le falta entender que su gobierno debe ser uno de transición. Uno que deje los primeros pasos, las señales adecuadas para que, frente a cierta oportunidad que nos está dando el cambio climático para repensarnos una nueva sociedad, no perdamos de vista que debe ser una más justa.
Nuestras Historias
En esta serie nos conectamos con organizaciones y líderes ambientales que están trabajando activamente en los desafíos ambientales relacionados con la conservación y el cambio climático. También destacamos temas relacionados con la participación política a nivel local y nacional, y recursos para posibles oportunidades profesionales en áreas de conservación, ciencias ambientales (geociencias) y la "economía limpia".